Si bien la prohibición parece la alternativa más simple de tomar, resulta ineficaz y no brinda solución al problema de los siniestros asociados al consumo de bebidas con alcohol.
Mucho se habla sobre la indudable incompatibilidad del alcohol y la conducción. Las declaraciones altisonantes se basan en estadísticas de dudoso rigor técnico sin citar la fuente, ni explicar el método de elaboración. Se mencionan datos de otros países que después no se condicen con las cifras oficiales de aquello. Por ello conviene tomarse el tiempo necesario para analizar el tema con mayor detenimiento.
En primer lugar no cabe duda de que no hay mejor forma de manejar un automóvil, cualquiera sea éste, que no habiendo consumido alcohol en las horas previas, habiendo descansado convenientemente, con bajos niveles de stress, sin la utilización de telefonía celular ni otros factores de distracción.
Según datos oficiales del gobierno de la CABA entre el 2011 y 2013 los casos de alcoholemia positiva (fuera de los límites permitidos), detectados en los controles preventivos oscilaron entre 0,44% y 1,1%. No hay a nivel nacional ni provincial estadísticas que revelen la cantidad de siniestros con presencia de alcohol, así como tampoco estadísticas de los peatones atropellados por estar alcoholizados.
Cabe preguntarse entonces, ¿por qué ir por la prohibición absoluta en lugar de ser, en primera instancia al menos, más efectivos en el control de los límites actuales? ¿En que se basan las autoridades de algunas provincias y de la nación para pedir la tolerancia cero: los resonantes casos de siniestros donde hubo presencia de alcohol o lo que leyeron o escucharon de otros países vecinos o lejanos?
En primer lugar debemos recordar que actualmente los límites de alcoholemia aceptados por la ley 24.449 son de 0,5 grs. de alcohol/litro de sangre para conductores de vehículos particulares, 0,2 para motociclistas y 0 para conductores profesionales.
Entre los casos más relevantes en los últimos tiempos de siniestros con conductores alcoholizados, el nivel de alcohol en sangre superaba hasta tres veces lo permitido por la Ley vigente y no fueron detectados por las autoridades mientas circulaban por la calle.
Algunos ejemplos de los años 2013 y 2014:
- García Aliverti: conducía con 1,45 grs de alc./ltr. de sangre
- Gianmarco Dolce: hijo de la ex modelo Bárbara Durand, que conducía con 1,14 grs. de alc./ltr. de sangre
- Lalo Ramos (ex piloto de TC): al momento del siniestro tenía 1,54 grs de alc./ltr. de sangre
- Juan Carlos: choque que en la ruta 11 generó un grave siniestro cuando manejaba una camioneta mientras tenía 1,72 grs. de alc./ltr. de sangre
- Genésio Mariano: camionero brasileño que circuló de contramano por un tramo de autopista en Mendoza al
que le detectaron 2,23 grs. de alc./ltr. de sangre cuando por ser profesional lo permitido era cero.
Teniendo en cuenta lo anterior, salta a la vista que el problema no está en que el límite permitido de alcohol en sangre sea cero, sino en mejorar los controles de alcoholemia, así como en trabajar sobre la concientización y la educación.
La opinión de los expertos extranjeros
La señora Alison Harvey, experta en seguridad vial en la Organización Mundial de la Salud dice:. «Propugnar la tolerancia nula transmite un mensaje útil, pero en la práctica los límites de alcoholemia del orden de 0,0 pueden resultar difíciles de determinar porque dicha concentración se mide con alcoholímetros de aliento», explica la señora Harvey. “Una persona que no ha ingerido bebidas alcohólicas puede dar positivo debido a la presencia en el aliento de una escasa concentración de alcohol o compuestos semejantes por diversos motivos, como el uso de un colutorio de base alcohólica o la ingestión de chocolates con licor. Es necesario tener un margen de tolerancia para no acusar injustamente a algunos conductores”. “Es inoperante”, estima el director general del Comisariado Europeo del Automóvil (CEA), Eugenio Dobrynine. “Es una experiencia que ya se ha llevado a cabo en otros países y solo contribuye a complicar más las cosas”, añade. Para Dobrynine, el problema no es “la tasa de alcohol” sino la capacidad para controlar que se cumpla.
Prensa Ovilam (Observatorio Vial Latinoamericano)
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