¿A quién le interesa que exista la Educación vial? No nos estaremos confundiendo al plantearla como tan necesaria en un mundo donde los accidentes de tránsito producen tantas muertes?
Y no quiero decir con esto que no deba haber acciones puntuales orientadas al conocimiento del tránsito, de las señales viales, del estado de las rutas o de los dispositivos necesarios que los automóviles tienen que tener para paliar, al menos en gran parte, el resultado negativo de un choque, de ninguna manera, porque todo esto es importante y también necesario de conocer, pues hace a la responsabilidad general a la hora de conducir un instrumento que debe servirnos para mejorar la calidad de vida y no para, eventualmente cercenarla.
Pero la educación vial debe estar necesariamente incluida dentro de un marco más amplio que se debe contemplar.Por mi experiencia en otras áreas educativas, hace tiempo que experimento una sensación de desmembramiento, de parcialización, de una tentación, en todos los ámbitos, a separar, a crear instancias “novedosas”, a querer dedicar “especialmente” nuevas ramas del saber pero, hay muy poca voluntad, no por error y ni siquiera por omisión, sino por el sentimiento de que “como nada da resultado vamos a tratar de puntualizar en el tema para ver qué pasa” perdiéndose la capacidad de sintetizar y extraer lo esencial de cada acción.
La educación escolar por ejemplo, en este sentido, está perdiéndose la posibilidad de tener un hilo conductor que sintetice y tenga la idea clara de que todo debe conducir a un fin.
¿Cuál es el fin y el sentido último de la educación hoy?, ni más ni menos que el de siempre, el de dar a los niños, adolescentes y adultos las herramientas para poder obrar con ciertos valores y normas universales en el mundo.
Lo que sucede es que las normas universales han dejado de ser tales pues si siguieran siéndolo, muy poca falta haría de tener una Educación Vial en la escuela por ejemplo sino que ésta debería ser integrada dentro de los límites de la educación en valores que es el eje que vertebra la vida de las sociedades.
Una sociedad sin valores universales está condenada al caos, sin normas elementales que todos los ciudadanos sepan que tienen que respetar, porque el respeto es el valor, a mi entender, por excelencia. Si estuviéramos en el contexto de una sociedad creyente, diría y afirmaría que el valor por excelencia es el amor pero, en una sociedad tan plural como la nuestra, hablar de amor y de un amor que vela más por el beneficio del prójimo que por el propio, sería motivo de cierta burla o podría tildarse de ingenuidad.
Sin querer irme de tema vuelvo a preguntarme ¿a quién le interesa la educación vial?…me lo pregunto y lo pregunto desde la ironía por supuesto, dado que es tan importante que merece toda la atención. Pero ahora voy a entrar en el terreno de las suposiciones pero sin alejarme de la realidad, o quizá entraré de lleno en el terreno de la realidad de las escuelas de cada lugar de nuestro país, cada una con sus necesidades, su problemática particular, su estilo de vida y cultura tan diferente una de otra.
En la misma Buenos Aires, no es lo mismo una escuela del norte que del sur de la ciudad, y ni qué hablar de las zonas más desfavorecidas de la misma. La ciudad y sus realidades nos desbordan a todos, a los educadores, a los políticos, a todos.
En una zona marginal, en la que hay niños que están desnutridos, no comen si no es en el colegio, con padres que ni siquiera poseen un automóvil… ¿les interesará la educación vial?.
A los alumnos de los colegios de elite, en las cuales los alumnos son hijos de poderosos industriales, comerciantes y políticos, que tienen más de un automóvil en su patrimonio y si se deteriora o se destruye uno, enseguida adquieren otro…¿les interesará la educación vial?. Y a los niños del norte o del sur del país que se trasladan a caballo hasta las escuelas que están tan lejos de sus hogares…¿les interesará la educación vial?.
Entonces, si la educación vial debería servir para evitar accidentes – o al menos minimizarlos- si debería servir para que los conductores cuiden su vida y la vida de los que circulan por calles y rutas, lo cual no se está notando, ¿cuál es el ingrediente que está necesitando agregar la Educación Vial como materia de estudio para que sea completa?
Hay innumerables iniciativas en este sentido, realizadas por Compañías de Seguros, por instituciones oficiales, por Fundaciones y Asociaciones, que incluyen hasta pilotos o ex pilotos de carrera en las exposiciones pero, lo que no vi hasta ahora es que se incluyera alguien que hable de la fragilidad del ser humano, de la delicada constitución de un cuerpo humano que nunca quedará igual después de un accidente, alguien que hable de la irrepetibilidad de una vida que se pierde, de los sentimientos de frustración y dolor que quedan en la familia y en los seres queridos que son testigos involuntarios de la muerte o discapacidad que provoca un accidente en un ser amado.
Y así pasa con todas las iniciativas que quieren modificar una realidad, la de los adictos, la de los delincuentes…no se va al fondo, al hueso de la cuestión…¿por qué?…porque se desmembra al ser humano, se lo parte en tantas partes como disciplinas a enseñarle existan, como realidades se quieran modificar.
Es imposible llegar al alma de la gente porque desde niños no se nos ha tratado como una unidad, salimos de nuestro hogar para ingresar en la escuela y ya allí comienzan las diferencias, se nos masifica, no se nos alienta a ser personas, no se nos personaliza teniendo en cuenta nuestra realidad particular. Antes era mucho más sencillo porque había hogar y había familia, cosa que hoy es difícil encontrar, no era necesaria la educación vial porque en primer lugar no había tantas familias que tuvieran auto, pero habiéndolo, los padres, y cuando digo padres me refiero a los varones, al padre, tenía normas y valores y los respetaba, y los hacía carne para sí mismo, para su familia y para todos los demás.
Lamentablemente la familia fue sistemáticamente destruida y por lo visto, y sin claudicar en el intento, estamos muy lejos de recuperarla; pero aún quedan y tenemos que cuidarlas como el germen de una sociedad nueva y mejor, incluso que la que nos precedió.
Todavía hay familias conformadas por papá, mamá, hijos que buscan educarlos en el amor porque entienden que el amor es la base de todos los valores; saben y no se confunden que no se trata de un amor romántico ni del que comúnmente todos hablan, sino de un amor que es misericordia y caridad que da paz y produce esperanza.
Tenemos mucho camino por recorrer en la Educación Vial si la encaramos como tal, como un camino a recorrer en el cual necesitamos todas las herramientas y el equipaje para que la vida, que es el camino más importante, no se pierda.
Animémonos padres, educadores, técnicos, especialistas, sigamos haciendo Educación Vial, sigamos ocupándonos de la Seguridad Vial, creando todos los dispositivos necesarios para instalar en los automóviles, los camiones, los micros… pero también animémonos para no claudicar y dejar de mencionar por omisión, aquello que es la verdad, que debemos amarnos los unos a los otros. No retrasaremos el momento de la muerte de cada uno, no evitaremos totalmente los desastres en las rutas o caminos porque no dominamos la naturaleza ni el azar, pero sí seremos más humanos y menos egocéntricos porque en lugar de pensar “no lo dejo pasar porque a mí no me va a ganar” o “acelero y le enseño cómo maneja un macho”, tendremos la paciencia de postergar nuestro pequeño yo en beneficio de un tú, porque yo también soy un tú para otros y cuando lo cuido, me cuido.
Ahora me vuelvo a preguntar ¿a quién le interesa la Educación Vial? Y me respondo, debería interesarnos a todos pero, incluyendo esta parte espiritual que generalmente tenemos tan apartada, tan descuidada, tan fuera de onda, tan desvalorizada que parecería que no forma parte de nuestro ser.
Autor: María Inés Maceratesi
(Se puede reproducir citando la fuente)
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